HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

martes, 21 de diciembre de 2010

Body Art, de Don DeLillo

Da gusto acercarse al escaparate de la librería y descubrir que por fin ha sido traducida la obra de un genio. Aunque hayan tenido que pasar diez años desde su primera aparición. Puede que esto cambie algún día. Puede que no. Ya me da igual. Lo real es que está aquí. La he leído y soy feliz. Es uno de esos autores que hacen que la palabra alcance un valor sublime, paradigmático.

DeLillo escribió esta novela de atmósfera beckettiana en 2001, cuatro años después de publicar su gran obra maestra, Submundo. Decidió alejarse por completo del que hasta entonces había sido su estilo de ficción. Buscaba un viaje interior. Sumergirse en las misteriosas cavidades del inconsciente. Y por supuesto, lo consiguió.

Body Art es un poema lóbrego de trayecto elíptico que explora los problemas de conciencia de Lauren Hartke, una mujer cuya obra trasciende los límites del cuerpo y del tiempo, en subversivas performances, tratando de llegar a una conclusión sobre el suicidio de su marido, Rey Robles, cineasta de westerns y poeta cinematográfico de lugares solitarios, de paisajes de aislamiento.


DeLillo abandona la iconografía del pop e inicia su novela atendiendo a las cosas más prosaicas de esta distanciada pareja, y para ello describe su interacción durante el desayuno. Lo que nos permite observar el relieve de ambos personajes y explorar más tarde las consecuencias del desenlace.

“Ella dejó correr el agua del grifo sobre los arándanos que portaba en el hueco de la mano y cerró los ojos para disfrutar del aroma que ascendía.”
“Él, sentado frente al periódico, removía el café. Se trataba de su café, de su taza. Compartían el periódico, pero el periódico, en realidad, le pertenecía tácitamente a ella.”

Y poco a poco DeLillo irá recorriendo las murmuraciones subconscientes de Lauren, la vida emocional de su conflicto. Investigará una vez más en la identidad y en el destino. Paso a paso. Lentamente. Cada frase amplificará el tránsito. La lectura les permitirá penetrar en los subterfugios del alma y les suscitará una nueva catarsis puesto que como decía Beckett, el individuo es una sucesión de individuos y si Laura, esta misteriosa artista del cuerpo siente la necesidad de desembarazarse del suyo propio, inventar una naturaleza muerta viva en sus performances, nosotros, hombres desnudos, desprovistos de un lenguaje y una cultura reconocibles, arrojaremos el concepto de verdad al suelo y nos dejaremos salpicar por otros textos que nos depuren y nos permitan redibujar en el recuerdo ese efímero estado fogoso de alteridad en el que lo oculto se respeta mucho más. El tiempo ha retrocedido. Cierro la tapa del libro y... que más da. Siento que puedo sonreír. ¡Disfruten!

jueves, 16 de diciembre de 2010

Dog Soldiers, de Robert Stone

Robert Stone decidió ser escritor al releer El gran Gatsby, la última gran novela americana, e icono literario de lo inalcanzable. Con veintiún años sintió el deseo de vender su visión, su humo alucinógeno literario y encapsularlo en una novela, al igual que Franzis Scott Fitzgerald. El primer intento le llevó seis años de trabajo, o como él contó, le llevó toda su juventud, pero de ahí surgió en 1967, a sus treinta años, El salón de los espejos, con un estilo propio de los escritores beat, basándose en parte en hechos reales, describió el escenario político dominado por el racismo de extrema derecha de los años sesenta en Nueva Orleans, con el asesinato de Kennedy de fondo, la defensa de los derechos civiles, las protestas hippies y la guerra del Vietnam. La novela fue adaptada en 1970 para la película WUSA con Paul Newman y Anthony Perkins y alcanzó un éxito rotundo. América y los americanos se veían reflejados trágicamente. Robert Stone se volcaba profesionalmente en la escritura. Había nacido otro prosista ciclópeo. Un narrador de ácido existencialismo.

Un año después, Robert Stone fue enviado a Vietnam como corresponsal de un diario británico durante seis semanas y allí fue testigo del mercado de heroína en Saigón, un negocio dirigido por militares, diplomáticos y periodistas corruptos en el sórdido mundo subterráneo de las drogas, el alcoholismo, la perversión sexual, la violencia y la política de soborno. Robert Stone, alterando su percepción con psicodélicos en esa época de la caída de la contracultura de EEUU, la desconfianza justificada de las figuras de autoridad, y el fin del optimismo de la década de 1960, nos muestra en su segunda novela publicada en 1974, lo duro que es ser decente, como el sueño se agrió y se derrumbó en una bazofia de vidas rotas, para así evidenciar que nuestro peor enemigo habita, curiosamente, dentro de nosotros.

La historia de Dog Soldiers gira en torno a cinco personajes perfectamente construidos que quedarán envueltos en el tráfico de heroína. Converse es un escritor de obras de teatro que trabaja en una de las revistas de su suegro, escribiendo artículos picantes, sobre jueces sadomaso o motoristas lesbianas. Necesita darse un respiro y decide largarse a Saigón durante un tiempo, para vivir otras experiencias y tal vez para sacar de allí otro libro. Así que a la mañana siguiente del segundo cumpleaños de su hija despega de Okland con dirección a Saigón para ocupar puestos de los corresponsales independientes que se iban marchando del país. Allí se lía con Charmain, una mujer fría, calculadora, y pieza clave de una red de narcotráfico que sutilmente le propone un plan, presentado con tal habilidad y fascinación que es incapaz de negarse.

“Ella tenía contactos en EEUU, unos cuantos miles para invertir y acceso al coronel Tho, cuya refinería de heroína era el cuarto edificio más grande de Saigón.”

Converse tiene la posibilidad de comprar por diez mil dólares, tres cuartas partes de tres kilos del material del coronel con un dinero cobrado hace tiempo por la adaptación de su obra de teatro. Su parte de la venta en EEUU ascendería a cuarenta mil. No habría riesgo de malentendidos porque todos son amigos. Marge, la mujer de Converse, también acepta participar. Así que la operación se pone en marcha. Hicks Ray, un marinero paranoico de la Marina Mercante enamorado de la filosofía de Friedrich Nietzsche será el encargado de pasar la droga en barco hasta EEUU; Marge, la esposa de Converse, les esperará para recogerlo y participar en este aciago acuerdo de tráfico que les arruinará inexorablemente sus vidas. Antheil, será quien les persiga, un tipo misterioso, que podría estar interesado en detenerlos y conseguir los estupefacientes fuera de la calle, o matarlos y mantener el botín para sí mismo, aunque nadie podrá decirlo con total seguridad.

“La cerveza 33 la hacían con formaldehído. Se rumoreaba que los cigarrillos Park Lane, canutos liados y empaquetados en fábrica con el filtro brillante eran liados por leprosos.”

Saigón emerge como un laboratorio de decadencia. Con un calor pegajoso. Torrentes de Hondas inundando la macrópolis de la corrupción. Detalles muy bien elegidos que nos trasladan a uno de los países más exóticos del planeta y de mayor singularidad, y que en mi caso me han permitido recordar las tres semanas que estuve en este país, conduciendo las famosas Honda Wave por sus más importantes ciudades, como Hanoi, Hue, Hoian, Nha Trang, Da Lat, Da Nang o Ho Chi Mhin. O navegando por la inmensidad del Delta del Mekong, por los misterios del Rio del Perfume con sus decenas de pagodas guardando las flores de loto o por la silenciosa Bahía de Halong que atesora uno de los escenarios geográficos más espectaculares de la Tierra. Puedo decir que yo también sentí en Saigón esa tensión de ciudad caótica y degenerada. Fue allí donde presencié un tiroteo y en donde me vinieron a ofrecer droga dentro de un paquete de tabaco, en una calle plagada de bares frecuentados por niñas con minifaldas a la espera de hombres que se las llevaran de dos en dos, por un puñado de dólares.

Y en cuanto al estilo de la novela decir que incita a descubrir el desenlace con una atención ceremoniosa en la vida interior de estos personajes que deben aprender a adaptarse a un futuro muy diferente que les acechará en sus más asentados recuerdos. La novela evoca la memoria de la guerra y sus secuelas con una potente habilidad de atribución como en el episodio de la masacre de elefantes.

“Si en el mundo va a seguir habiendo elefantes perseguidos por hombres que vuelan, la gente naturalmente va a querer colocarse.”

Dog Soldiers ganó en 1975 el National Award, convirtiendo a Robert Stone como el mejor escritor de la era post-Vietnam. Tres años después la novela fue adaptada para la película ¿Quién detendrá la lluvia? , protagonizada por Nick Nolte. Y hace no mucho la revista Time la incluyó como una de las 100 mejores novelas del idioma inglés desde 1923 hasta 2005. Asi que si deciden leerla comprobarán que aquí hay un valor seguro. Para mi, su final, es lo realmente nutritivo y la parte en la que más se disfruta de ese particular realismo alucinógeno que define la literatura de Robert Stone. La parte central puede resultarles un tanto vacua e insustancial, con una atmósfera que les recordará seguramente a las películas de Tarantino y a los parajes de Cormac McCarthy. Yo no he podido sacar ningún tipo de correspondencia con la literatura de Hemingway, como he podido leer en los Blogs de otros críticos. No llega a tanta calidad literaria. Sin embargo la novela supone una experiencia muy interesante, sobretodo por disfrutar de muchos de sus genuinos párrafos psicodélicos. Aún así, sigo creyendo que Árbol de humo de Denis Jhonson es la verdadera obra definitiva sobre la guerra de Vietnam, y la que ha sido capaz de mostrar con el suficiente realismo y vigor los corolarios de esa trágica contienda. Al igual que Dog Soldiers ganó el National Award en 2007, con un nivel de descripciones superior. Es una de esas novelas que permanece brillante en mi recuerdo, por su potencia literaria y por su aparición, puesto que este hecho sucedió justo un mes después de mi regreso de Vietnam, justo después le otorgaron el más prestigioso premio de la literatura norteamericana. Un suceso que baila afín a la sincronicidad. Aunque este tema prefiero postergarlo para la reseña de otra próxima novela que trate sobre lo nuestro y lo casual. ¡Disfruten, Dog Soldiers! La literatura les protegerá.

“Este país nos hace descrubir a todos quienes somos realmente.”


sábado, 11 de diciembre de 2010

El sueño de Galileo, de Kim Stanley Robinson

Tengo un amigo, Doctor en Ciencias Geológicas, que ha sabido siempre disfrutar de la ciencia ficción y con el que he podido hablar cómodamente de las obras de Asimov, de El juego de Ender de Scott Card, Estación de tránsito de Clifford D. Simak, La invención de Morel de Bioy Casares, Neuromante de William Gibson, Ora:cle de Kevin O´Donell, Fahrenheit 451 de Bradbury o Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Cualquiera que ha caído por fortuna en nuestras manos la hemos compartido, así que el día que me invitó a su casa a comer me habló de esta interesante novela. No quiso contarme nada. Conociendo como me conoce, intuyó que me gustaría, y acertó. De pleno. He disfrutado como un niño con esta cósmica obra de Scifi del género hard que ha robado por completo mi atención durante seis noches y cinco días, agitando mis sueños e inyectándome adrenalina para recorrer la admirable aventura de la ciencia de Arquímedes, Copernico, Galileo o la filosofía de Hobbes. Me ha convertido una vez más en testigo absoluto del placer de la ficción enmarañada con la realidad. La meticulosa ambientación histórica me ha hecho revisar datos y elementos que contextualizan con gran acierto la obra y que convierte El sueño de Galileo, en una ingeniosa y profunda revisión del impacto de sus teorías. Aún así, no he podido encontrar en la red todo lo que me hubiera gustado, como el Tratado de fortificaciones de Ostilio Ricci, escrito por el abate que enseñó a Galileo a emplear las esferas para realizar todo tipo de cálculos sobre distancias y dimensiones. Un tema realmente intersante de geometría que tenía totalmente olvidado y que permite entender como brotaron los razonamientos de Galileo para llegar a su legendaria conclusión: El Sol permanece inmóvil, la Tierra gira sobre sí misma y al rededor del sol al igual que Júpiter y otros planetas. No somos el centro del universo. La concepción de la realidad según las sagradas escrituras es un completo error. Hay que cambiar el chip y si se puede, buscar inteligencia en otros planetas. ¿Por qué no?

Pues bien, lo que ocurrió, tras comprobar que el autor había recibido los más prestigiosos premios de la ciencia ficción, entre ellos el Nebula, Locus y Hugo, es que abrí la tapa del libro, leí su primera página y permanecí en órbita fascinado con el déjà vu de Galileo y el desconocido que se le acerca. Tuve que pausarla tras terminar el tercer capítulo para así consolidar en mi imaginación las espectaculares escenas que aquí se narran con tanta soltura. Kim Stanley Robinson tiene la virtud de montarte en segundos una película de letras que atraviesan el tiempo, el espacio y salpicándote con la más científica modernidad. Proponiendo un nuevo enfoque al fenómeno interplanetario: la Teoría Múltiple de las Multiplicidades. Acojonante.

Pero antes de entrar en ese punto álgido literario pasarán por la ambientación que recrea en la construcción del catalejo de una manera que se me torna ya inolvidable. Galileo inicia su prototipo con 9 aumentos y llegó a conseguir 32, con aplicaciones sobre la luz de lo más sofisticadas. Todos estos detalles le dan mecha a la trama, al igual que la descripción de todas sus indagaciones, los 3.200 km de diámetro de la Luna, la rotación 28 veces más lenta que la Tierra, el ciclo lunar o las incorrecciones de la época sobre el pico más alto de la Tierra a dos mil metros en los Alpes desconociendo la altitud de la cordillera del Himalaya, para compararlo con la altura de un pico lunar que aparece moteado de sol en la zona oscura de la Luna. Y todas sus pesquisas envueltas en un frío del carajo. Como si estuviera a la máxima sintonía con nuestro invierno, como si yo mismo hubiera sido teletransportado a 1610 al tocar sus hojas. Puedo decir que la novela me ha abducido. Es adictiva. He echado en falta disponer en mi casa de un telescopio de aficionado para apuntar hacia Júpiter y abrazar con mi mirada las lunas juveas. Me resarcí explorando por internet y en las páginas de la NASA para acceder a las fotos de diferentes sondas que han patrullado Júpiter, como el Voyager 1 y Galileo. De alguna manera nuestras computadoras actúan también como telescopios con las herramientas adecuadas. Hay fotografías espectaculares que me dejan inexorablemente atónito. Son un estallido de colores e información para especular y disiparse en los confines silenciosos del cosmos.

El momento en el que Galileo es transferido a través del sistema portal del catalejo hasta Europa me dejó intrigadísimo. Justo ahí arranca el especulativo género de la ciencia ficción para desarrollar diferentes teorías sobre la naturaleza del universo. Despliega un abanico de misterios propios del mejor Asimov, como el consejo de Ganímedes, el hielo de la superficie, las Torres Blancas, el anfiteatro, la ciudad subterránea y un desconocido que dice ante el Consejo:

“Éste es el hombre al que elegí para que lo iniciara todo.”
“Éste es el hombre que comenzó a investigar la naturaleza por medio de la experimentación y el análisis matemático. Desde su época hasta la actualidad, la ciencia, empleando este método nos ha convertido en lo que somos. Cuando hemos ignorado los métodos y los hallazgos científicos, cuando hemos permitido que las estructuras arcaicas del miedo y el control afianzaran su poder sobre nosotros, nos ha sobrevenido un desastre implacable.”

Pero luego el interés crece todavía más con la misión que tienen preparada: SUMERGIRSE BAJO EL OCEANO DE HIELO DE EUROPA, uno de los satélites de Júpiter, para descubrir que hay allí. Tal vez otra inteligencia superior a la nuestra. Brutal. Como veis está lleno de temas fascinantes que suscitarán un Nuevo Tránsito de con-ciencia. Disfrutadlo.



Teoría de Supercuerdas (Subtítulos en español) - Brian Greene

viernes, 3 de diciembre de 2010

Historias, de Robert Walser

La infancia de Robert Walser estuvo oscurecida por la enfermedad psíquica de su madre y la situación financiera de su padre, que empeoraba, de año en año. Walser, vidente de lo pequeño y lo nostálgico, quiso formarse como actor y no aguantó mucho tiempo en ningún puesto como empleado. Permaneció unos años en Berlín desde 1905 a 1913 y en 1914 publicó estas Historias, dejando una vez más impresa la huella de su estilo sensitivo y vehemente. El más solitario de los escritores solitarios que deambulaba a cualquier hora del día, convirtiéndose en el deambular mismo de su recluso devenir, dejó escrito entre todos estos relatos uno que debo ensalzar por su colorido y ritmo apasionado: Kleis en Thun.
La naturaleza es como una sola gran caricia. ¡Qué alegre y doloroso puede ser aquello.
El personaje de Kleis proyecta la identidad singular de Robert Walser en cada uno de sus movimientos literarios durante su estancia en Thun. En este relato podemos observar cuales eran las preocupaciones y deseos del autor, sus hábitos para escribir, precedidos de paseos en los que lanza su alma hacia el panorama espléndido, sagrado y silencioso que se abría a sus pies. Cualquier pregunta que podamos hacernos sobre Walser será respondida por Kleist, inundado de contagiosa vitalidad. Ahora que el bosque se teñirá de blanco y perderá sus hojas, es una buena lectura para disfrutar. Se la cedo, pero no olviden las otras veinte restantes. No dejan de asombrar.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los hermosos años del castigo, de Fleur Jaeggy

He inhalado en estado puro el alma de Fleur Jaeggy y he sentido frescor y perplejidad. He sentido fascinación. He acariciado hoja por hoja lo abstracto y lo absoluto. Lo que pertenece eternamente a la piel. De la misma manera que entré en el instituto Benjamenta con Robert Walser, de esta misma manera, natural, poética, absoluta y en soledad, Fleur Jaeggy me ha cogido de la mano y me ha transporta narrado a Los hermosos años del castigo, los años de su infancia-adolescencia en el Bausler Institut, un internado femenino en Appenzell (Suiza), próximo a Herisau, muy cercano al manicomio en el que Robert Walser fue ingresado, allí donde dejó sus ultimas pisadas en la nieve tras un sempiterno paseo, rodeado de prados y abetos, verdes y nevados. Hundidos en la inmortalidad. Con esta muerte nace la novela de la enigmática Fleur Jaeggy. Una escritora de la que nada sabía, una frágil Bartleby que nunca se deja fotografiar y que dedica su vida a la escritura en vez de a publicar, igual que Walser, igual que Melville, igual que aquellos escritores de pulsiones negativas, de nihilismo burgués, que nos atravesaron la epidermis haciendo un uso meramente decorativo con la palabra, como estetas copistas de la realidad. Ahora ya lo saben, esto es, otro Huracán en papel. Suyo es. Disfrútenlo. Jamás debería rozar el olvido. Suscita tránsito y alteridad.

“El aire era pesado, de convalecencia torpe. La inmovilidad de un escritorio en un rincón, los cajones cerrados, los tiradores de marfil, hacían pensar en un invisible escribiente, sin pluma ni papel, que dictaba sus cartas a la nada.”

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sunset Park, de Paul Auster


El martes pasado al acercarme por el escaparate de mi magnética librería fetiche irrumpió en mis retinas de una manera súbita la nueva novela de Paul Auster. Justo era el día de su publicación en España. Martes, 23 de noviembre. Dos semanas después de haberse puesto a la venta en EEUU. Esto si que es mercadotecnia y casualidad —me dije. Estamos de enhorabuena, o eso parece. Ahora empiezan a llegar los peces gordos de la literatura norteamericana. Vi la novela colocada en el centro de todos los libros. El lugar más visible y tentador de todos. El título es muy suyo, muy localista. ¿No querrá hacer lo mismo que Jonathan Franzeen? Pensé: —Mira a ese chico como lanza la moneda al aire. La va a atrapar. Y mientras seguirá su camino por Sunset Park, Brooklyn, el barrio neoyorkino del que Auster es cronista reincidente—. ¿Cuál será la nueva coincidencia que quiere mostrarnos? Todas sus obras contienen una. Es un juego austeriano que me resulta excitante resolver. En esta ocasión tiene que ver con la juventud y con El Gran Gatsby, la última gran novela americana.

Miles Heller tiene 28 años y trabaja para una compañía de Florida que limpia casas de familias que han sido desahuciadas. Está obsesionado con fotografiar los miles de objetos abandonados que se quedan en estas casas, en los que ve el alma y parte de la identidad de quienes habitaron esos hogares. Descubriremos un Hospital de las cosas rotas, que se especializa en la reparación de los artefactos de un mundo desaparecido. Una famosa actriz que se prepara para regresar a Broadway. Un editor independiente tratando desesperadamente de salvar su negocio y su matrimonio. Green-Wood, el cementerio de Sunset Park, un lugar muy literario. Y Pilar Sánchez, la chica de 17 años de la que se enamora irremediablemente. Pero un paso en falso y será acusado de abuso.

Sunset Park sigue las esperanzas y los temores de un elenco de personajes reunidos por el misterioso Heller Miles durante los meses oscuros de la caída económica de 2008. Todo está ligado entre sí por los temas de la película Los mejores años de nuestras vidas, con la intención de describir la América contemporánea y sus fantasmas. Sunset Park tiene la pretensión de querer contarnos la decadencia de norteamérica sin ofensas. Por mi parte no veo con claridad la tragedia que hay detrás de toda esta bancarrota que nos deseaba relatar. Sólo veo personajes borrosos y un envite a Dublinesca de Vila-Matas, un importante contacto literario que Auster tiene en España, donde recibió el Príncipe de Asturias. Durante la lectura no he querido tragarme ese tapón editorial que dice existir cuando utiliza a Rezo Michaelson para describirnos a los jóvenes escritores cercenados. Creo que como Auster no se espabile, se lo comen.

Iré leyendo poco a poco las críticas ajenas, pero no de aquellos que son fieles seguidores a su nombre sino a la literatura de altura. Auster necesita acercarse más todavía al laboratorio observacional de Don DeLillo: basuras, análisis crudo de la realidad, descenso radical al submundo, viajes directos hacia el Punto Omega. En Sunset Park tan sólo veo un tour de force emotivo pero que no llega a explotar. Repite otra vez el tema del incesto como hizo en Invisible, sin relevancia. Tan sólo rescato este párrafo, porque es aquí donde creo que está la verdadera posibilidad de hacer buena literatura. Con este enfoque. Y por último, no se dejen llevar por las famas y el renombre del autor, fíjense en la sensación final que les genera la lectura. A mi me ha decepcionado. Me recuerda a las películas de serie B. Tan sólo es humo y yo busco, ¡un Huracán en papel!, pardiez.
“Hay algo muerto en el vecindario, le parece, la desolada tristeza de la pobreza y la lucha del inmigrante, un barrio sin bancos ni librerías, sólo establecimientos para cobrar cheques y una decrépita biblioteca pública, un pequeño mundo aparte en donde el tiempo se mueve tan despacio que poca gente se molesta en llevar reloj.”

viernes, 26 de noviembre de 2010

Punto omega, de Don DeLillo

Obra elíptica espolvoreada en los desiertos de Sonora que suscita un explosivo tránsito de conciencia y ralentiza el ritmo de las agujas del reloj. El Punto Omega es allí donde la mente trasciende todas las direcciones hacia dentro. El punto más alto de la evolución de la conciencia. Aquí tienen, amantes del Tifón Literario, otro Huracán en papel. Pero esta vez, esculpido con la Olympia SM3 Deluxe de Don Delillo. Su último disparo a cámara lenta.

Richard Elster tiene 73 años y es un asesor de guerra que ayudó al Pentágono a conceptualizar el marco intelectual de la guerra de Iraq. Jim Finley, cineasta y mitad más joven que él quiere rodar un documental para que explique lo que sabe de esa guerra. Un trabajo similar al que hizo el director Errol Morris con Robert S. McNamara, exsecretario de Defensa de los EEUU, en su documental The Fog of War (2003) —La niebla de la guerra—, en el que se analiza la psicología y los razonamientos del gobierno para tomar decisiones que llevan a miles de hombres a la guerra y a la destrucción. Jessie Elster, la hija de Richard llegará de visita y alterará la dinámica de esta situación. Los tres tendrán tiempo para mantener muy interesantes conversaciones. Incluso sentiremos como el tiempo se dilata, se estira, en esos vastos espacios inabarcables, de sol y calor, mucho calor.

Punto omega está sintetizada con un estilo becketiano de brevedad e intensidad muy certeras. La novela se compone de cuatro actos muy bien definidos. El inicio y el final, aparentemente externos a la trama, nos introducen en una completa ralentización de nuestro pulso vital mediante la versión conceptual que Douglas Gordon realizó con Psicosis 24 Horas, expuesta en el MOMA de Nueva York en 2006, obra que encarna los sueños, las angustias y las aspiraciones de toda una generación. Una meditación sobre el tiempo y el movimiento que Don DeLillo experimentó con gran asombro, visitando la exposición una y otra vez, sin cansarse al notar que su pensamiento cambiaba al igual que su manera de ver el mundo. Su percepción se intensificó, se fraccionó en átomos, en motas de luz, vistas por primera vez. Y esto es lo que plasma en esta original novela. Frena los diálogos, paraliza los escenarios, propone imágenes posmodernas que nos suspenden en el vacío, perdidos, en una atmósfera sofocante, que tiene como finalidad dar una lección a Richard Elster. Un estallido de conciencia.

“A veces un viento llega antes que la lluvia y provoca que los pájaros pasen volando delante de la ventana, pájaros de espíritu que cabalgan la noche, más extraños que los sueños.”

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Silencio, de Shûsakû Endô

Poco me importa la doctrina religiosa que abrace un escritor cuando su literatura me agarra. Es una lección que aprendí hace años durante la lectura de las Memorias de ultratumbra del sublime François de Chateaubriand, con sus más de cuatro mil páginas, en la edición erudita de tapa dura que publicó Acantilado. Con Endô pasa un poco lo mismo. Así que continuando con la literatura de Japón y sin dejar la ambientación del siglo XVI, he querido rescatar la obra maestra de Shûsaku Endô, autor de esa Tercera Generación de escritores que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial y que expresan sus ideas con un enfoque un tanto nihilista, perturbador y sincero.

Êndo nació en 1923 y se hizo catedrático de Literatura Francesa en la Universidad de Sofía de Tokio. Fue católico converso por influencia de una tía suya, educada bajo vínculos europeos. Perteneció a esa minoría del 1% de católicos en Japón y fue presidente del PEN Club, la asociación internacional de escritores del mundo, a la que han pertenecido los grandes, entre ellos Paul Valéry, Thomas Mann, Joseph Conrad, George Bernard Shaw y H.G. Wells. Acompáñenme pues a los preliminares de esta interesante novela porque es uno de los grandes clásicos contemporáneos de la literatura japonesa. El contexto es interesante.

Durante el siglo XVI, mercaderes de Portugal, de los Países Bajos, de Inglaterra y de España llegaron a Japón y fundaron misiones cristianas que no tuvieron ningún éxito. En 1549, llegó a Japón para predicar el cristianismo el misionero español jesuita San Francisco Javier tras desembarcar en Kagoshima, Kyūshū, aprovechando las rutas comerciales portuguesas. A comienzos del siglo XVII, el shogunato comenzó a sospechar de las estas misiones, considerándolas precursoras de una conquista militar por las fuerzas europeas y, como medida de protección, ordenó el cierre de Japón a toda relación con el mundo exterior a excepción de contactos restringidos con mercaderes chinos y neerlandeses en la ciudad de Nagasaki. Un aislamiento que se prolongó durante 251 años, hasta el año 1854. A día de hoy el cristianismo sólo representa menos del 1% de los más de 129 millones de habitantes que hay Japón. Este relato narra dicho intento de conquistar espiritualmente la Isla y cuenta las torturas a las que al final fueron expuestos junto con todo el sufrimiento que el cristianismo causó en Japón.

“Habiendo estado prohibida muchos años la religión cristiana, hay obligación de denunciar a toda persona que sea claramente sospechosa de pertenecer a ella. Se gratificará conforme a lo que sigue:

Al que denuncie a un padre, 300 monedas de plata.
Al que denuncie a un hermano, 200 monedas de plata.
Al que denuncie a uno que ha vuelto a abrazar el cristianismo, la misma cantidad.
A un catequista, 100 monedas de plata.
Y se le entregarán las susodichas 300 monedas de plata según la clase de sujeto denunciado, aunque el denunciante mismo sea catequista. Caso de ocultar a tales sujetos y descubrirse por información de terceros, los jefes de vivienda, incluídas las cinco más próximas y sus familiares, serán severamente castigados. Así lo hacemos constar.”

Silencio constituye una profunda exploración de la fe, así como de la fragilidad, la ambición y la lealtad humanas. Es también la primera novela en la literatura japonesa que lleva como protagonista a un occidental. Se trata de una novela histórica calificada de extraordinaria como novela pero inicua como historia. Cuando el libro fue publicado en Japón, la reacción de los católicos fue adversa. Según ellos la novela no hacía justicia a los miles de mártires japoneses ni, por supuesto, a la inmensa mayoría de los misioneros que acudieron a alentar a los cristianos acosados. Para Êndo las cosas eran bien distintas. Quiso ser franco con la identidad de su país y describir fielmente la naturaleza de su cultura pagana.

Êndo tiene ideas muy singulares y definidas sobre lo que es el cristianismo y lo que es Japón. Para él, el Cristo auténtico es el de la cruz, el que gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Y el cristianismo auténtico lo practican quienes sufren como Jesús y reconocen su propio rostro doliente en el rostro doliente del Maestro. Endô da la impresión de creer que Francisco Javier y los misioneros del siglo XVI pretendieron introducir en Japón un cristianismo demasiado occidental y adulterado, que el país rechazó como todo organismo rechaza un cuerpo extraño. Sin embargo, la tesis de Endô indica que el cristianismo no puede echar raíces en Japón porque los japoneses son triplemente insensibles a dios, al pecado y a la muerte. Sin estos anclajes no puede existir teologización ninguna. El silencio será sentido durante la novela con la angustia del vacío que produce la imposibilidad de conocer la existencia de dios, porque silencio es la constante respuesta a todas las preguntas que un creyente le lanza a su ficción.

Al cerrar el libro la novela seguirá recorriendo las sendas de su memoria con especial intensidad. Êndo nos invita a plantearnos algunas de las cuestiones que más han preocupado al hombre a lo largo de la historia, y lo hace con tal lucidez, elegancia y aparente facilidad que resulta difícil no convertir la lectura en una cuestión personal. ¡Disfrútenla!, pero en el más absoluto silencio pues en ese estado está la clave de esta literaria consideración.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El cuento de un hombre ciego, de Junichirô Tanizaki

Tanizaki es la piedra angular de la novela contemporánea del Japón. Destaca principalmente por iniciar la fusión entre el mundo occidental y su cultura nipona. Abrió la brecha para todos los demás escritores actuales. Y aparte sobresale por la escabrosidad en sus relatos. Tiene un sabor propio.

La literatura de Tanizaki contiene una buena dosis de sexualidad, sin caer jamás en lo pornográfico, un vicio del que los escritores japoneses no han solido adolecer. Esto nos permite comprobar las marcadas diferencias con respecto a occidente o incluso a China. Tanizaki realiza sociología del sexo de tal manera que distingue tres etapas en Japón: la de Meiji, la época de guerra y la actual.

La era de Meiji presenció dos cambios trascendentales en cuestión sexual. Primero, la mujer empezó a ser intelectualmente educada, lo cual hizo que aunque el matrimonio continuase siendo casi siempre por arreglo de los padres, comenzara lenta pero segura la erosión de la antigua costumbre. Segundo, el hombre consiguió, tras tenaz lucha, una amplia libertad política; pero los principios éticos de la sociedad continuaron siendo los confucianos, con su lastre de feudalismo.

La época bélica, que puede contarse a partir del año 1931, infundió a la actividad sexual un elemento de urgencia, tristeza y soledad infinitas, ni más ni menos que como en todas las guerras, salvajadas de hombres donde sufren principalmente las mujeres. En las guerras antiguas del Japón morían sólo los samuráis; en las modernas, hombres de todas las clases sociales.

Desde 1945 comienza la liberalización en el trato de los jóvenes de ambos sexos; proliferan los hoteles de citas; aumentan los casamientos por amor, hasta hacerse claramente mayoritarios en la década de los sesenta; y, como en el resto del mundo, la penicilina y la píldora favorecen el desmadre. Ya en la década de los ochenta, que Tanizaki no conoció pero pudo muy bien pronosticar, las estadísticas revelan que un treinta por ciento de las mujeres no desean casarse. Por otro lado, la posguerra presenció el auge imparable de las compañías anónimas y un aumento en progresión geométrica del asalariado sujeto a sus jefes con una lealtad feudal. Esto, que no parece tener conexión con la actividad sexual, la tiene, y bien funesta.

El cuento de un hombre ciego es un análisis de las costumbres japonesas en su tradición medieval en la era de la dinastía de los shogunes. A modo de trovador, el ciego, un anciano masajista que está al servicio de una noble dama, llamada Oichi, por la que siente una devoción ciega, rememora en una taberna los tiempos pasados. Este vínculo ciego nos permitirá analizar los antiguos valores de la lealtad en Japón y la naturaleza estilística de la narración en el siglo XVII. Consigan una botella de sake, elijan un cuadro que evoque dicha época y exploren una nueva literatura. Lo agradecerán. Japón esconde muchos tesoros, igual que la isla de Robert Luis Stevenson.

"Pájaros y flores de las cuatro estaciones" Kanō Eitoku

“El deseo de la hormiga es oído en los ciegos.”

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakawi

Mi primer contacto con la literatura japonesa se dio con Una cuestión personal de Kenzanburo Oé. Hasta ahora mi referente más sólido en base a su atmósfera sartreriana. Llegó a mis manos en mis primeros años universitarios gracias a la buena amistad que hice con un japonés que viajó a Salamanca durante un año para estudiar español con la buena fortuna de alojarse en la Pensión Robles de la Plaza Mayor en la que me hospedaba yo. Su fascinación por nuestra lengua era sorprendente y mi curiosidad por su cultura nunca dejó de aumentar. Ambos ensanchamos nuestros horizontes literarios y yo fui descubriendo sabores nuevos y una exótica y diferente manera de narrar. Luego llegaron Akutagawa, Tanizaki, Dazai, Murakami, Yoshimoto, Endo, Abe Kōbō y Katayama: los grandes narradores modernos del Japón. Todos ellos utilizando la palabra con una literariedad occidentalizada y un lúcido y singular toque zen convirtiendo sus textos en escenarios minimalistas, frescos y circunspectos, polarizados con la riqueza de lo individual. El Japón ordenado y disciplinado que aniquilaba sus pasiones con más suavidad que un gato pero con más intenciones que un mihura despertaba al cosmopolitismo, la vanguardia y a la creatividad lingüística como hilo conductor para salvarse de un anacronismo lacerante impuesto por cerrojos imperialistas y feudalistas que aún perduran en la nación. En este Blog dedicado a los Huracanes en papel iré dando ejemplos precisos de estas obras que provocaron la apertura intelectual de nuestros días. El tránsito hacia una catártica liberación. En este caso he querido sobrevolar por las letras de Kawakami, galardonada con uno de los premios literarios más prestigiosos de su país: el Premio Tanizaki. Ésta no es su primera obra, sino la primera novela que se tradujo en España consiguiendo una gran acogida por su capacidad de conmover.

El cielo es azul, la tierra blanca muestra una manera de conseguir esa liberación que necesita Japón. El argumento les llevará a esa transgresión. Tsukiko tiene 38 años y lleva una vida solitaria. Considera que no está dotada para el amor. Hasta que un día encuentra en una taberna a su viejo maestro de japonés. Entre ambos se establece un pacto tácito para compartir la soledad. Escogen la misma comida, buscan la compañía del otro y les cuesta separarse, aunque a veces intenten escapar el uno del otro: el maestro, en el recuerdo de la mujer que un día lo abandonó; Tsukiko, en un antiguo compañero de clase.

Kawakawi nos cuenta una historia de amor muy especial, el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. Tsukiko y el maestro pertenecen a generaciones muy alejadas entre sí y es en esa fusión donde reside la clave de esta narración. En el acercamiento que realizan ambos personajes. Kawakawi nos introduce durante horas en una taberna japonesa donde se preparan las más exóticas recetas zen. Nos pincela sus breves movimientos, sus impresiones en cada encuentro y las vibraciones que emergen de la macrópolis, en lugares como el salón de Pachinco, un especie de casino-pinball que arrasa en el país del Sol Naciente. Pero sobre todo, nos llevará al mundo de los sabores y los sentidos. Esto lo notarán sobre todo cuando el maestro le pase la mano por la espalda a Tsukiko. En la sutil manera de hacerlo. Entonces entenderán cual es esa apertura que buscan todos los escritores de Japón. ¡Disfruten!

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig

Regresar a Stefan Zweig siempre me resulta catártico. Su obra representó la bandera más alta de un pacifista y un amante de la cultura. Sus libros fueron prohibidos por el régimen de la alemania nazi. Sentía una absoluta repulsa por el nazismo. Su suicidio se produjo ante la impotencia y desesperación de ver como Hitler había ocupado la mayor parte de Europa, la cuna de las civilizaciones. Creyó que la decadencia continuaría ocupando el mundo y no lo soportó. Puso fin a todo un 22 de febrero de 1942. Hoy rescato un relato que escribió veinte años antes de su muerte, publicado en 1922.

Esta es la historia de Virata, a quien su pueblo enaltecía con los cuatro nombres de la virtud pero de quien nada hay escrito en las crónicas de los soberanos ni en los libros de los sabios, y cuya memoria los hombres han olvidado. Los ojos del hermano eterno nos adentra en uno de los relatos más enigmáticos de Stefan Zweig en el que seremos arrojados al mundo de la transmigración. Del tránsito.

Escrito como una leyenda oriental y situado mucho antes de los tiempos de Buda. Narra la historia de Virata, hombre justo y virtuoso, el juez más célebre del reino, que decide un día experimentar el efecto de los castigos que impone a los asesinos más sanguinarios de su jurisdicción para descubrir el valor absoluto de la vida. Estos son los puntos de vista entre juez y condenado.

“Este hombre ha matado a once personas. La vida de un hombre tarda un año en madurar, encerrado en el vientre materno. De modo que, por cada una de sus víctimas, pase el acusado, un año encerrado en la oscuridad de la tierra. Y como once veces ha derramado sangre del cuerpo humano, que sea azotado once veces cada año, hasta que le brote sangre, y así pagará su crimen de acuerdo con el número de sus víctimas. Que sea justa la sentencia que he pronunciado y que no sirva para satisfacer venganza alguna.”
“No eres un juez sino un ignorante, pues tan sólo sabe del golpe quien lo siente en carne propia y no quien lo asesta; sólo aquel que ha sufrido puede medir el sufrimiento. Tu orgullo osa castigar a los culpables y tú eres el más culpable de todos, pues yo he quitado la vida en un arrebato de cólera, mientras tú me quitas la mía a sangre fría y me aplicas una medida que tu mano no ha sopesado para descubrir su verdadero peso. ¡Aléjate de los escalones de la justicia, juez, no vaya a ser que ruedes escaleras a bajo y vayas a parar a sus mismísimos pies! ¡Ay de aquel que mide con la bara de la arbitrariedad! ¡Ay del ignorante que cree saber lo que es el derecho! ¡Fuera de los escalones, juez ignorante, y no condenes a los vivos a la muerte que tu palabra entraña!”

Tras esto, Virata, se marcha a los calabozos hundidos en las profundidades de las montañas, para vivir voluntariamente en sus propias carnes la condena a las tinieblas exigida a los asesinos, y es allí donde reconoce en los ojos del hermano eterno la imposibilidad intrínsica de todo acto judicativo. Su deseo de justicia le hará descubrir diferentes modos de vida para conseguir su meta, convertirse en el hombre más justo de todos los tiempos.

“Deseo actuar sin injusticia y vivir sin culpa.”

Y para finalizar lean estas dos frases. Son realmente potentes. Creo que ahora entiendo a Stefan Zweig. Ahora sí. Esto se pone muy interesante.

Sólo la mitad de la acción es obra nuestra: el principio y el final, la causa y el efecto, pertenecen a los dioses. Líbrame de mi voluntad, porque querer es confusión y servir es sabiduría, y te estaré agradecido, rey.
“El que no hace sino servir y renuncia a su voluntad se despoja de toda culpa y vuelve a dios. Pero el que quiere y cree que puede evitar hacer el mal con la sabiduría cae en la tentación y en la culpa.”

lunes, 8 de noviembre de 2010

Zona fría, de Jonathan Franzen

Zona fría de Jonathan Franzen

Leer a Franzen genera entusiasmo. Me gusta como escribe. Me gusta lo que cuenta y el efecto que produce. Obtengo satisfacción al seguir todos y cada uno de sus razonamientos. Es una máquina perfecta de narración. Su misión en esta vida es escribir. Esto ya quedó claro cuando un editor le compró su primer texto La conexión higo. Si no escribiera perderiamos a uno de los más precisos y fascinantes catalejos literarios de este siglo. He leído en algún Blog como es tildado de egocéntrico y narciso. Se le acusa de petulante y endiosado. ¡Que putrefacta inculpación! Lo desapruebo por completo. Jonathan Franzen es una pluma libre, totalmente transparente. Su poder de comunicación es arrollador. No le importa mostrarse tal y como es. No evita contar lo que identifica a su pensamiento. Y en esa exposición podemos encontrar a un amante de la literatura de altura, forjado desde su más temprana infancia por los destellos de El Señor de los Anillos, El proceso de Kafka, el Fausto de Goethe o las obras del gran Robert Walser.

“Recorrer con Manley las calles fantasmales de Webster Groves me conmovió por la misma razón por la que la nieve me había conmovido de niño, por su embrujo transformador de superficies ordinarias. Las largas filas de casas oscuras, sus ventanas que reflejaban tenuemente las farolas, estaban tan inmóviles como caballeros de armadura dormidos por un encantamiento. Era exactamente como habían prometido Tolkien y C.S. Lewis: de verdad existía otro mundo. La calzada, desierta de coches y que se perdía en una niebla lejana, desfilaba interminable. Podían suceder cosas insólitas cuando nadie miraba.”

Zona fría es su autobiografía, donde explora el pasado con una mirada cerebral, razonada y sarcástica para revivir su infancia y adolescencia en el marco de una familia de clase media en los turbulentos años sesenta y setenta. Narra su encuentro con la literatura y su definitiva decisión de hacerse escritor.

“La adolescencia se disfruta más sin cohibición, pero la cohibición, por desgracia, es su síntoma principal. Incluso cuando te sucede algo importante, incluso cuando tienes el corazón oprimido o exaltado estás absorto en sentar los cimientos de tu personalidad, hay momentos en que sabes que lo que está sucediendo no es la verdadera historia. A menos que te mueras, la verdadera historia está aún por llegar. Este solo hecho, esta mezcla cruel de conciencia e insignificancia, esta vacuidad intrínseca basta para explicar lo cabreado que estás. Eres infeliz y te avergüenzas si no crees que tus trastornos adolescentes importan, pero si lo crees eres un estúpido.”

La escribió hace cuatro años, en el 2006, tras su gran éxito en 2001 con Las correcciones. Aparecen algunos signos imborrables de su identidad puesto que en el último capítulo hace de nuevo referencia a la demencia neuronal de su padre y a la enfermedad de su madre. Sin embargo en esta obra destacan más las palabras tranquilizadoras que da al que sufre la conciencia de que tiene que valorarse y aceptarse. Esto nos produce un óptimo tránsito durante la lectura.

“La relación auténtica que ahora deseaba era con la página escrita.”

Quiero destacar sobre todo los dos últimos capítulos del libro, La lengua extranjera y Mi problema con los pájaros. Rebosan alma y literatura. Están escritos con empuje y acumulan años, lustros, decenios de experiencias. Dejan huella. Y en cuanto a los pájaros somos muchos los que sentimos una especial atracción hacia ellos. Sólo les digo que este año me he hecho con la segunda edición de la Guía de aves de Lars Svenssons. Claremente superior a la de Rob Hume. Ambas de la editorial Omega. La pena es que no he sido capaz de encontrar la que realizó Phoebe Snetsinger, pero tal y como cuenta Franzen, es todo un tesoro para un birdwatcher.

Para finalizar les dejo con una interesante descripción de sí mismo encontrada al final del libro.

“Almuerzo media caja de Oreos, me atiborro de televisión, emito juicios morales aplastantes, ando por la ciudad con vaqueros raídos, tomo martinis una noche de martes, miro el escote en los anuncios de cerveza, atribuyo mala onda a todos los grupos a los que pertenezco, siento el impulso de rayar los Range Rovers y rajarles las llantas; me comporto como si no fuera a morir nunca.”

El dilema, el problema de conciencia mezclado con inanidad, no se desvanece cuando lees a Franzen. Nunca dejas de esperar que empiece la verdadera historia, porque la única historia, al final, es que te mueres. ¡Disfruten!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Suomenlinna, de Javier Calvo

Suomenlinna es una isla de Finlandia. Una isla de habitantes hipercivilizados, amables y hogareños, un ejemplo para Europa. Pero existe una nota discordante, llamada Mirkka Rislakki. La adolescente de esta portada ha acabado en el correccional por un delito racista. Siente furiosos y extraños impulsos de rebelión en favor de su país. Cree que esta hipercivilización-infantilizada es un atentado contra las costumbres y la verdadera identidad vikinga del pueblo finlandés, una sociedad que durante milenios ha sobrevivido con la caza de la ballena y ahora la izquierda ecologista intenta por todos medios erradicar. De fondo, emerge un nuevo estilo musical, el black metal, una manifestación de todo lo que es bueno y puro y valiente dentro de los finlandeses. Su amor a Odín y al Norte y a su sangre escandinava y a todo lo que es puro, y su odio a todo lo que es sucio y repugnante en el mundo. Su Norte Interior, en donde encuentra la Posada del hombre Verde, el lugar más fascinante de la isla. Lugar donde las cosas empiezan a salirse de madre.

“Hoy en día todo parece muy fácil —dice arrugando la lata de Lapin Kulta con la mano con facilidad asombrosa—. Pero las cosas no siempre han sido así. Esta isla, por ejemplo. Ya sabes lo que pasaba aquí. La gente mataba a otra gente y luego se iba a cenar a casa. ¿Y a quién le parecia mal?”

Suomenlinna es una réplica miniaturizada del Pastoral americana de Roth en versión escandinava. Posee la misma estructura narrativa, utiliza similares símbolos de representación, el día de Navidad, una adolescente conflictiva, una familia ideal finlandesa, una manifestación en contra de las decisiones antipatrioticas del gobierno, un atentado racista con bengala, una moratoria para reflexionar y referencias insurgentes procedentes del disco Dawn of the black hearts, un movimiento musical contracultural y anverso del establishment finlandés. Un grupo musical que busca recuperar el Lejano Norte de la mente, entrar en el Circulo ártico del alma y acribillar la camada de hijos-rata, quemarlos a todos dentro de Hombres Mimbre, metáfora del castigo milenario, la defensa catártica y la violencia tribal. Impulsos ancestrales que aún despiertan en la sangre adolescente de Finlandia. Un muy interesante trabajo literario. A mi juicio mucho mejor que su anterior Corona de flores. Ésta posee movimiento y se cierra. Un trabajo completamente metafórico, simbolista y alegórico, aunque no fuera su intención. Los diálogos son potentes y la personalidad de Mirkka tiene volumen. La vanguardia literaria española también necesitan gritar. ¿Lo oyen? Esos gritos no sólo proceden de Suomenlinna. El mundo entero está gritando. Desde que el hombre es hombre. Y ahora... ¿qué es lo normal? La transformación es total. ¿Donde han quedado los Hijos de Odín? Creo que es interesante leer sobre el Ásatrú y más un día como hoy con las pisadas de Ratzinger por España. Yo necesito escuchar un poco de black metal. Lo tengo claro.


jueves, 4 de noviembre de 2010

El horizonte, de Patrick Modiano

“Aquellas noches, las calles desiertas y silenciosas del barrio eran líneas de fuga que desembocaban todas en el porvenir y en el horizonte.

Modiano regresa a la búsqueda de identidad mediante los claroscuros de la memoria, evocando escenas, calles y personajes que esculpieron la orografía de sus vivencias. Una de ellas le conectará con un caudaloso torrente de experiencias y descripciones. Esta novela narra sus episodios de juventud, episodios sin ilación, interrumpidos en seco, con rostros sin nombre y encuentros fugitivos.

Jean Bosman, huyendo de los disturbios de una manifestación en una boca de metro de París, es arrojado por la multitud contra Margaret Le Coz.

“Bosmans había leído en alguna parte que un primer encuentro entre dos personas es como una herida leve que ambos notan y que les despierta de su soledad y su embotamiento.”

Una de sus preguntas recurrentes es por qué no conoció a Margaret antes, por qué irrumpió en su vida de esa manera abrupta, como un herida, si frecuentaban las mismas calles, los mismos cafés. Seguramente se habían cruzado caminando. Ahora le daba la impresión de haberse despertado de pronto de aquel embobamiento y siente que tienen que quedar ondas, en cada uno de los escenarios, un eco de su paso por el hotel y por las calles circundantes, huellas suspendidas en el aire, en un presente eterno.

Y con estas apreciaciones podríamos desprendernos rápidamente de esta breve obra. A partir de las veinte primeras páginas el diálogo se hace monótono y la capacidad de enigma de Modiano, premio Goncourt del 78, se diluye en la nada, produciendo una sensación de cansancio y de horizonte apagado, tras otra caminata errante por los laberintos de asfalto de París, y privados de los destellos que nos salpicó con Joyita. El horizonte Modiano nos deja una novela manida en el particular mundo onírico de este exquisito escritor al que tenemos por uno de los mejores narradores franceses vivos junto con Jean Echenoz. No ha acertado con la idea, ni la ha recubierto con toda su literariedad. El final en Berlín me tranquilizó un poco pero es esta frase la que más me va durar. Es nuclear.

“Quiero a quien me quiere.”

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Las noches difíciles, de Dino Buzzati

Estos días en los que más de uno ha reflexionado sobre los posibles misterios del más allá, yo volví a pisar la librería para acercarme a la literatura de lo asombroso, lo insólito y lo sobrenatural, a la atmósfera tenebrosa y fantasmagórica que Dino Buzzati recreó en su último libro de relatos publicado en vida, en 1971. En esta obra he encontrado la mayor parte de sus turbias obsesiones: la dimensión misteriosa de lo real, el sentido del tiempo y de la espera, la pesadilla del miedo y de la muerte. Todo ello velado bajo la ironía y la capa engañosa de lo cotidiano y lo trivial. Con una prosa adictiva, mezcla de Poe y Kafka, construye relatos que producen desconcierto, pasmo y admiración. Entre las cincuenta y una microconstrucciones literarias de esta lectura apasionante quiero destacar El sueño de la escalera, Velocidad de la luz, Bestiario y Estrías del tiempo. Relatos que desaparecen antes nuestros ojos como enigmáticos espejismos literarios. Acéptenlos como jeroglíficos. Lo cotidiano se transforma en quimera y fascinación.

“La vida misma —es el último grito—, el hecho mismo de existir es una droga potentísima, todo está en no ponerle obstáculos de ningún modo, en dejarla pasar. Y nos sumerge en un paradisíaco delirio.”

viernes, 29 de octubre de 2010

Pastoral americana, de Philip Roth

Demoledora crítica social sobre la familia ideal americana. Los Levov sufren como tantas familias un desenfrenado desorden y son víctimas de la vulnerabilidad, la fragilidad y el debilitamiento de las cosas que parecían supuestamente robustas. Esta es la historia de una brecha abierta en la fortificación familiar de "El Sueco", un tierno hombretón rubio, cívico, amable, respetuoso, buen bateador, dueño de una fábrica de guantes de piel y casado con la Miss New Jersey. Un hombre hecho así mismo y adorado por toda su comunidad. Este americano perfecto va a dejar de sonreír para el resto de su vida cuando un día su hija, Merry, la tartamuda, coloca una bomba en la oficina de correos y mata a un hombre, que además es médico. ¿Cómo puede hacer algo así una hija que tiene un padre tan estimado por su comunidad? Seymour Levov, "El Sueco" contrata al escritor Nathan Zuckerman para que relate la tragedia de su familia.

Pastoral americana es un análisis psicológico nítido e inquisitivo de los tres personajes principales que componen esta familia para descubrirnos los cochambrosos valores pusilánimes en los que se cimenta la simulada familia feliz americana. Philip Roth afila su mirada y con una exactitud exquisita penetra en cada uno de los recovecos de esta impostura petulante y artificial. Con la misma receta que Tolstoi presentó a Ivan Ilich: desvistiendo su falsa autenticidad. Esa vida ordinaria, de familia feliz, esconde la mayor de las tragedias, una vida de vacío. Seymour Levov es víctima de un cliché, un Hombre-barro. Su hija será la otra cara de la moneda, rebelde, antisistema, antiburguesa, transformada en tartamuda, asesina y jainita, hasta su última aparición harapienta y espectral. Con ella Roth revisará la Guerra de Vietnam, el Watergate y los cánceres de la nación, judíos y cristianos incluidos.

Una obra maestra ambientada en el mismo Newark que Indignación, de la que destaco en su lectura sus dos primeras partes, Paraíso recordado y La caída, de las tres que componen este imprescindible Huracán en papel que le sirvió a Roth para ganar el Premio Pulitzer y la National Medal of Arts. Se dice que en 2012 el director de cine Phillip Noyce la plasmará en imágenes. Será otra catástrofe, pero bien. Disfruten de la consciencia histórica y social de Philip Roth en esta potente novela coral. Es una de sus mejores obras. Al empezar a leerla queda claro porqué, pero en la mitad de la narración, esta afirmación se hace indiscutible. Potente, potente.

Así pues, en conjunto, la reunión nunca era tan mala como todos habían esperado y, de todos modos, sólo se reunían una vez al año y en el terreno neutral, exento de religión, de la festividad de Acción de Gracias, cuando todo el mundo come lo mismo y nadie se escabulle para comer cosas curiosas, ni torta de patata ni pescado relleno ni hierbas amargas, sino sólo un pavo colosal para doscientos cincuenta millones de personas, un pavo colosal que los alimenta a todos. Una moratoria sobre los alimentos curiosos, las maneras no menos curiosas y la exclusividad religiosa, una moratoria sobre los tres milenios de nostalgia de los judíos, una moratoria sobre Cristo, la cruz y la crucifixión para los cristianos, cuando todo el mundo en Nueva Jersey y los demás lugares puede ser más pasivo sobre sus irracionalidades de lo que lo son el resto del año. Una moratoria sobre todos los motivos de queja y los resentimientos, y no sólo para los Dwyer y los Levov sino para todos los demás norteamericanos que sospechan de todos los demás. Es la pastoral americana por excelencia y dura veinticuatro horas.

domingo, 24 de octubre de 2010

Indignación, de Philip Roth

¿Qué puedo decir de Philip Roth que se ajuste a su maestría? Difícil. Pero puedo contar que su lectura me embruja. Su ladino modo de presentar los conflictos personales produce reflexiones pluscuamperfectas. Me siento muy afortunado por vivir en una época en la que puedo leer todo lo que va publicando. Sentiré una apoteósica satisfacción el día que le den el Premio Nobel. Confío en que sea pronto. Su contribución a entender las vicisitudes y la vulnerabilidad del individuo en nuestra sociedad, rozan la perfección. Es implacable. Su más alto valor reside en el uso literario que hace de la moralidad. Moralidad e inteligencia unidas contra las paradojas e insensateces de la sinrazón.

Indignación es un alegato en contra de los fascismos de la religión y los guetos conservadores de la América profunda. Marcus Messner, alter ego de Roth, entra en el segundo curso de la conservadora Universidad de Winesburg, en Ohio, para seguir estudiando Derecho, porque su padre, un esforzado carnicero kosher de barrio, ha enloquecido de temor y aprensión antes los peligros de la vida adulta, los peligros del mundo, los peligros que en cada esquina acechan a su querido hijo. Marcus decide asistir a esta singular universidad para no sufrir en casa las constantes preocupaciones de su desquiciado padre que no cesa de advertirle peligros desaforadamente. Corre 1951, el segundo año de la guerra de Corea y están mandando a muchos jóvenes a filas.

El relato es adictivo y sobre todo cuando descubrimos que Marcus saca todo sobresalientes, que es una mente brillante, que posee una alta concentración en sus estudios, y... que admira a Bertrand Russell, Nobel de literatura, quien expresó unos muy lúcidos razonamientos en su ensayo Por qué no soy cristiano, en 1927. Ideas demasiado revolucionarias para la mentalidad de Winesburg.

Describiendo la vida en la universidad, sus costumbres y a sus compañeros, hay un momento en la novela donde es imposible no troncharse a carcajada limpia, por el contraste de sensibilidades entre los alumnos. Justo el momento en el que Marcus le pide a Elwyn, su segundo compañero de habitación, que lea la carta que le escribe Olivia, sincerándose, para ver lo que le parece su intento de suicidio. Añado que Elwyn le dejó su coche para que tuviera su primera cita con ella.

—¿Esta es la que te la chupó?
— Bueno... sí.
— ¿En el coche?
— Bueno, ya lo sabes... sí.
— Estupendo —replicó—. Lo único que necesito es que una zorra como esa se abra las venas en mi LaSalle.

Otro de los momentos más potentes del libro es la batalla dialéctica entre Marcus Messner vs El decano Caudwell. Salen chispas. Ateísmo lúcido vs Religión infantil. Marcus echa mano del filósofo, matemático y escritor británico, Bertrand Russell para defender sus pensamientos y actitudes. Inexpugnable. Su capacidad oratoria podría convertirle en uno de los mejores abogados del país si consigue terminar la carrera, pese a los obstáculos que encuentra debido a su personalidad coherente.

“¡In-dig-na-ción! De repente me pregunté cómo se diría en chino. Quería aprenderla e ir por el campus gritándola a pleno pulmón.”

La conversación que Marcus mantiene con su madre acerca de la inestabilidad emocional de Olivia, para que tenga mucho cuidado con las decisiones que toma, es un punto álgido de la novela. Un análisis muy sibilino del proceder de la familia Messner y sus consecuencias. Destaca la importancia del racionalismo como ideal supraexistencial.

“¿Podrás hacer frente a sus gritos histéricos, si llega a ese extremo?¿Podrás hacer frente a sus súplicas desesperadas?¿Podrás mirar a otro lado cuando una persona que sufre te ruega una y otra vez lo que quiere de ti y tu no vas a darle? [...] Debes estar por encima de tus sentimientos. No soy yo quien te lo exige: es la vida. De lo contrario los sentimientos te arrastrarán. Te arrastrarán al mar y desaparecerás para siempre. Los sentimientos pueden ser el mayor problema de la vida. Los sentimientos pueden jugarte las más terribles pasadas.”

Por último, decir que su final es explosivo. Convierte el relato en una defensa de los derechos inalienables del ser humano. Manque le pese al señor Caudwell, Ratzinger, o sea quien sea el mojigato. No la pierdan de vista. Se lee en tres horas. Y... suscita alteridad.

¡Alzaos, los que rehusáis a ser esclavos!

viernes, 22 de octubre de 2010

Las correcciones, de Jonathan Franzen

La mirada de este niño me ha llevado a uno de los más fascinantes tránsitos de conciencia. Las correcciones son el puente hacia un futuro mejor. Corregir es sinónimo de autorrealización para Jonathan Franzen. Es sinónimo de defensa, de identidad total, de dominio personal y de satisfacción íntegra. Su novela incide en la necesidad de realizar algunas correcciones para que todo tome un sentido más pleno. Corregir aquello que provoca un error. Corregir todas aquellas cosas que se hacen mal. Corregir. Enmendar. Un verbo que tras la lectura de este titánico reto narrativo se me aparece como un desafío catártico, universal y luminoso. Jonathan Franzen describe arrolladoramente la actual sociedad norteamericana que se hunde en la irascibilidad y el negativismo por culpa de una devastadora crisis financiera. La mejor radiografía contemporánea que se ha realizado de EEUU en los últimos veinticinco años. Superior a la visión de Don Delillo, superior a la retina de Dave Eggers. Jonathan Franzen es hoy por hoy, el mejor escritor norteamericano de nuestro siglo. Sus descripciones te clavan súbitamente en la escena, dejándote atónito, con una fuerza literaria que explota en su máximo exponente: penetrar en la realidad desde los frágiles hilos de la ficción.

El modelo literario de Frazen no puede ser más potente. Esta es la realidad que acontece. Corrijámosla. Es momento para el tránsito. Desde Huracanes en papel tengo el cósmico placer de blogosferar que por fin llegó nuestro anhelado Nuevo Tifón Literario. Franzen es el Joyce coetáneo que ambicionábamos los lectores de la Alta Literatura. Cuando entren en sus paráfrasis notarán que existen nuevas formas de crear conceptos modernos, que pertenecen a las vírgenes praderas de la escritura expansiva. Su inteligencia me ha hecho sobrevolar libremente por este mundo que gira con un pulso difícil de narrar. Su mensaje de vitalidad perdurará durante muchas generaciones. Wittgenstein sigue en auge porque Franzen escribe para la colectividad. Recuerden que para el próximo año, en 2011, llegará su última novela, Freedom, publicada en España por la Editorial Salamandra. Mi deseo es ígneo. Esperaré afanoso e inundado de más literatura. ¡Disfrútenlo! y... ¡corrijan lo infausto molesto! ¡corrijan! ¡corrijan! Es catártico.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Memoria de elefante, de António Lobo Antunes

No queda tiempo para malgastarlo en obras menores. En esta ocasión he querido sobrevolar por las impetuosas letras de un firme candidato a Premio Nobel de Literatura, y en concreto, a través de la vigorosa obra con la que afrontó el épico reto de escribir.

Memoria de elefante fue su primera novela. Su salto al vacío. Escrita en 1979. El año del tránsito. Tras una crisis existencial y en medio de una separación, Lobo Antunes, psiquiatra de profesión, pero siempre afín al noble Movimiento Antipsiquiatría, toma la firme decisión, con 37 años, de volcarse en su más alta pasión, la literatura. A través de esta novela realiza un impecable esfuerzo por encontrar su identidad perdida, su ego ausente, siguiendo todas aquellas pistas que le conducen hasta su territorio más ambicioso: ser escritor. Y sobre todo, con la misma libertad que le atribuyó a La gaviota de Chéjov.

“Aquella gaviota soy yo y yo también soy quien huye de mi. Y no tengo el valor necesario para volver atrás y ayudarme.”

Pues bien. Demos ese paso hacia delante, porque todos los triunfos nacen cuando nos atrevemos a comenzar. Avancemos hacia el tránsito. Literatura, memoria y visiones nobles de la realidad. Este septiembre estaré en el Hay Festival 2010, con el Lobo Antunes y muchos más. De seguro, les traeré un nuevo Huracán en papel. Disfruten pues, amantes de la Literatura. Esto, cada vez, se pone más interesante. Lean y asciendan. La ciudad y el asfalto se toleran mejor.