HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

martes, 30 de marzo de 2010

El diablo en Semana Santa y otros relatos, de Leopoldo Alas "Clarín"

Nada más ver el título sentí la necesidad de leerlo. Frecuentaba la biblioteca, una vez más. Mi cabeza me pedía leer un totem de la literatura española. Una portuguesa llamada Adelaide, enamorada de nuestra lengua, me habló con devoción de Leopoldo Alas "Clarín". Encajó a la perfección con mis altas necesidades. Nada más salir por la puerta me arrojé a su lectura. Paseando. ¿En qué ocupaba su tiempo el diablo en estas fechas? La curiosidad robó toda mi atención. En las calles podía sentir como resonaban los tambores y el frugal aroma de los hilos invisibles del incienso. Compré unos cuernos con crema y Clarín empezó a contármelo todo.

Por esta época el diablo bosteza como un león en su jaula. Se aburre. Bosteza de hambre de picardías que le faltan durante la Semana Santa, tal como se muere el cómico de inanición en estos días. Cuando la tierra madre comienza a hincharse con la comezón de dar frutos, yéndosele los antojos en flores, llenándolo todo de aromas y de alas de mariposa. Así que El diablo en Semana Santa cuando ve que brota la primavera en los botones de las plantas y en la sangre bulliciosa de los animales, se dice a sí mismo: “Esta es la mía.” Y en ese momento se le ocurre una idea extremo diabólica que nos despertará la inquietud con gran maestría. Y les calentará las manos.

El segundo relato es la historia de Pepe Francisca y su manjar soñado, la Boraña. En una tarde de agosto Pepe regresa rico a su pueblo natal. Trae consigo una fortuna pero también una pena y un fuerte anhelo.

“¡Madre, torta! ¡Leche y boroña, madre!”

Primitivo Protocolo era un niño seco, delgaducho, encogido de hombros, de color aceituna; un museo de sarampión, escarlatina, ictericia, catarros, bronquitis y diarreas, que vivía malamente gracias al jarabe de rábano yodado y a la emulsión Scott. Primitivo fue aumentando su talento con cada fiebre y cada enfermedad, rodeado en la cama de mapas, libros técnicos y diversos aparatos para su alarmante precocidad. Al entrar en la Academia se convirtió en El número uno de su promoción. El relato de la sobredotación intelectual. Su final es hiperrealista. Fascina.

Doña Indalecia es una viuda de sesenta años, nacida para jefe superior de Administración o para Ministro del Tribunal de Cuentas o acaso mejor para inspector general de policía. Una beata antilimosnas que conocerá a Don Pantaleón Bonilla, director de la Biblioteca provincial, un vejete muy distraído únicamente atento a sus libros, sus teorías de filósofos y de bibliófilo científico que reparte donativos, calderilla a puñados, como el labrador que siembra y arroja el grano sin responder, más que con la esperanza de que la simiente fructifique… Para vicios. Un relato precioso.

Mariquita Varela, casta esposa de Fernando Osorio es La imperfecta casada. Mejor no les cuento por qué. Les recomiendo que lo descubran ustedes, amantes de la literatura.

Todo esto se lee en un suspiro. Las letras de “Clarín” son perfectas. Sus palabras resaltan como el oro y su mensaje se experimenta como un baño de humanismo. Que alegría me da comprobar cómo la literatura también puede ser una procesión. Yo la sigo a donde vaya. ¿Me acompañan? Aprenderemos muchas cosas... pero sobre todo, sentiremos grandes cosas.

lunes, 29 de marzo de 2010

Los muertos, de Jorge Carrión

Literatura de interferencias. Flashes. Reminiscencias. La ficción se hace más real que nunca. Los muertos se presentan en nuestra percepción para vivir con total autonomía. Al leer no sabremos nunca si el paso siguiente será la «pisada final». Tampoco donde nos encontramos. Interferencia. Experiencia. Sólo esto. Si alguno de nosotros supiera que estamos haciendo, o hacia donde vamos, sería mejor que no nos lo dijera. Carrión desea contarlo. Con interferencias. Mediante el influjo de los personajes que han existido en la ficción, tanto literaria como fílmica.

El mérito de esta obra reside en parapetar los dramas de los muertos como el espejo de la vida. La mente del escritor ha quedado enmarañada siguiendo a los fantasmas alzados ante él por otros escritores y pretende curarse de su éxtasis delirante explorando sentimientos humanos en un lenguaje humano, mediante escenas que permitirían a un ermitaño hacerse una opinión de los asuntos del mundo y a un confesor predecir el curso de las pasiones. Carrión propone una nueva descontextualización. Interferencias.

El relato está tejido con frases cortas. Acción. Movilidad escénica. La trama arranca en Nueva York. Un callejón aislado, oscuro. Un agujero negro en el centro de la metrópolis del mundo. Allí yace arrojado en el suelo, el Nuevo. Un inmigrante que acaba de llegar a la ciudad. En breve va a ser apaleado. Pateado. A través de este personaje conoceremos los verdaderos valores cívicos que deben ser rescatados con urgencia. La solidaridad. La ayuda. La participación. Ofrecer nuestra mano al extranjero. Todos somos Nuevos en este mundo.

Nueva York sufre una agitación híbrida, vagabundos arrodillados, ciclistas con prisa, transeúntes anónimos, repartidores de publicidad. Un zepelín sobrevuela la avenida. Roy, un pensionista advierte por una de sus cámaras como golpean a el Nuevo y acude a salvarlo. Selena, su pareja, ejerce el psicoanálisis. La identidad es un valor en alza.

Los muertos, aún sin sufragio universal pueden provocar un tránsito transgeneracional. A través de ellos nuestra vida puede entrar en alteridad. Son como una vela que nos ilumina por dentro. Tienen la virtud de derrocar los tópicos y por lo tanto suscitar una revolución conceptual. Aquí he defendido muchas veces que esa es una de las fuerzas que posee la literatura. Con ella podemos trascender. Volvernos a enamorar. Profundamente. La literatura es un camino. Leyendo marcamos un itinerario de identidad. Toda nuestra personalidad queda vulnerada a su exposición. Nos permite sopesar y reflexionar. Leer es una dificultad placentera que convierte la experiencia en un acto sublime. Somos seres solitarios en busca de la universalidad. Por nosotros bailan generosos los memes de la literatura, para nosotros, amantes del arte letrado. Dispuestos al tránsito. A la regeneración conceptual.

“Con el tranvía aún en marcha Roy se apea en una parada desierta. Un complejo de apartamentos, paredes cubiertas de grafitis: "¿Quién vigila a los vigilantes?", "No Dios; Bienvenidos al Planeta Infierno.", "Corred putas al poder, que vuestros hijos ya llegaron.", muros que rodean solares, pavimentos en putrefacción. La ciudad se disfrega a cada paso.”

En esta primera novela de Jorge Carrión se acumulan elementos del ciberpunk, la novela postraumática, el cómic, nociones del afterpop, el mundo del hampa, la metáfora underground de Don Delillo, la interconexión del mundo virtual de Second Life, la ciencia ficción de Blade Runner y el reto de la innovación literaria. Secuencias cortas. Arroja instantáneas. Fragmentos. Híbrido del Western y Crónica de Viaje. Una novela utópica con un disfraz antiutópico. Yo he sentido una nueva estética. Digamos que es un saludo a los lectores. Ahora tendrá que trabajar en el contenido. En un guion sólido. La debilidad de todos estos saltos hipertextuales está en la falta de cohesión. La sensación final me deja una impresión borrosa. Un intenso análisis de series de televisión y una fuga del poder de la literatura. Produce insubstancialidad siendo en su inicio como una bomba, una bomba de humo. Houdini habría desaparecido en el acto mientras que a Carrión se le sigue viendo en el escenario. Aún es un mago en ciernes de la literatura. Confío en que nos entregue en su próximo proyecto un truco rematado. Promete. Creo que debe decidirse entre la literatura o el cine. Tiempo al tiempo.

“La cicatriz es nuestro segundo ombligo. No tenemos memoria de ella. De algún modo es la huella de lo que causó nuestro tránsito. Y tú no tienes. Sin cicatriz es más difícil la memoria. La memoria de la muerte. Sólo la memoria de la muerte lleva a la afirmación de la vida, digámoslo así: integramos en nosotros lo extranjero.”

jueves, 18 de marzo de 2010

Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri

Fue declarado por el periódico The New York Times como el mejor libro del 2008 y algunos ya empiezan a decir que Jhumpa Lahiri se ha consolidado como una de las voces más importantes de la literatura norteamericana. Esta escritora de ascendencia bengalí nació en Londres y a los dos años se trasladó con su familia a Rhode Island, Estados Unidos. Sus tres libros giran en torno a la migración, la identidad y la familia. Todas sus historias de amor son inexorablemente tristes. Todas. Y lo son para que podamos entender la parte más difícil de la vida. Habla de bodas arregladas, de tradición familiar, de conflictos personales y de la emancipación personal. Tiene la virtud de mostrarnos ampliamente la conciencia de sus personajes imaginarios para entrar en la vida de esa gente como si fuera un viaje extraordinario. Detalla sus comidas, sus vínculos singulares, sus miedos, sus pasiones, y la importancia que poseen los lugares para que podamos desarrollarnos individualmente, lejos de esas tierras agotadas, donde ya no crece la patata por haber sido plantada durante demasiadas generaciones. Jhumpa Lahiri confiesa necesitar nuevos territorios, tierras desacostumbradas, tierras fértiles para crecer y tener una vida plena. Este deseo es el núcleo de investigación narrativa con el que parte para llegar con su literatura de victoria y realismo fidedigno a los más de 700 mil lectores de ascendencia bengalí en Estados Unidos que comparten estas vivencias y emociones sobre el exilio, la desilusión y la madurez obtenida en nuestra sociedad moderna, dentro de un mundo cada vez más fragmentado.

En Tierra desacostumbrada seremos testigos de ocho relatos independientes que se relacionan. Relatos sobre la vida bengalí exiliada en Norteamérica. Los personajes muestran todas sus inquietudes y preocupaciones de su cultura bengalí. Todo en este libro es bengalí. La sensación que me queda es de ser un libro para bengalíes, vetado a bengalíes. Yo, sinceramente, me he aburrido como un batracio en una pecera sin comida. No he podido extrapolar nada a mi mundo. Tengo la sensación de haber caído en un espacio hermético. El efecto provocado como lector es infecundo. A mi no me conmueve. Y me recuerda a otra obra aparecida recientemente donde sí removió todos y cada uno de mis sentimientos. Pero estas eran otro tipo de tierras. Fue la lectura En tierras bajas de Herta Müller. Una estructura similar. Once relatos interrelacionados para evocar el desarraigo de una comunidad de ascendencia suaba. Todos los relatos te atravesaban el alma. Soy consciente de que hay tierras y tierras. Ahora elijan ustedes.

domingo, 14 de marzo de 2010

El Dios de la sonrisa oscura, de Michael Chabon

Tras la lectura de Enemigos públicos, la enriquecedora e intelectual correspondencia entre Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy que se cruzaron en 2008 y la sugestiva revisión de Un perro andaluz de Luis Buñuel, sentí unos irrefrenables deseos de arrojarme a un relato policíaco y tenebroso que me situara al borde de la frontera entre lo macabro, lo infecto y corrompido. Y en ese afán apareció en mi biblioteca El Dios de la sonrisa oscura de Michael Chabon. La idea de una risa oscura me produjo tensión y en cuanto me puse a leer para averiguar quien era ese Dios de artimaña insondable surgió de un bosque de Asthown el cadáver ensangrentado de un payaso grotescamente vestido con un traje de velvetón naranja y púrpura brutalmente asesinado.

Y así, nada más captar esa tétrica escena reapareció en mi imaginario literario la atmósfera lúgubre y misteriosa de los cuentos de Lovecraft y Poe. Noté que algo muy extraño estaba ocurriendo y además era de ese tipo de cosas que se nos escapa a la percepción de nuestro ordenado mundo rutinario. Edward D. Satterlee, el fiscal del distrito escribe esta intensa crónica-informe para describir lo sucedido y lo hace como carta de dimisión ante esta última risotada funesta que le presenta el destino.

“El mundo es una broma que no se puede entender y nuestra necesidad humana de explicar sus prodigios y sus horrores, nuestro ingenio atroz para inventar esas explicaciones, no es nada más que el redoble de tambores que acompaña el final del chiste.”

El relato va in crescendo por momentos hasta producir un inquietante misterio. Las pistas nos permiten ir descubriendo como es la vida de este escalofriante personaje y el leitmotiv de sus perseguidores. Les alerto, sobre todo cuando entren en la cueva en la que el payaso se refugiaba y observen bien el tipo de lecturas profundas que estudiaba. Este punto revaloriza mucho la narración y aumenta la tensión del desenlace. Aquí Michael Chabon escribe con fuerza, no tiene nada que ver con su enclenque novela El sindicato de policía yiddish. Puedo decir que se trata de un relato extremadamente corto pero sobrecogedor. Tiene potencia. Incluso ya presiento que la próxima vez que vaya al Circo si de alguien me voy a acordar es de Chabon y de su estremecedora risotada literaria. Sentiré un gélido temblor en el cuerpo por esos imperios invisibles, por las profecías antiguas y por la invocación de oscuras emanaciones cósmicas. Paparruchas... ¿no creen? Ficciones. Pero ficciones... que acojonan.